lunes, 7 de septiembre de 2015

Dos tercios en La Pedriza - En busca de los Baños de Venus



Regreso a este blog abandonado con el ánimo de no volver a dejarlo en la estacada. No esta bien eso de empezar algo y no continuarlo tan pronto. Así que, como propósito de enmienda, que mejor que unirme a un nuevo de grupo de senderistas... que digo, amigos. Los recientemente denominados Send@migos, con los que me estrené el pasado 30 de Agosto. Una ruta que sirvió como colofón de un Agosto increible, y que me ha dado la oportunidad de conocer a muy buena gente. Espero que sea la primera senda de muchas.
En esta ocasión la ruta fue, según me cuentan, más larga y dura de lo habitual. Fueron siete horas de caminata, con madrugón incluido, pero que se disfruto cada minuto, cada metro, cada roca y cada zarza. Bueno... estas dos últimas de la lista se disfrutaron menos, pero el que algo quiere algo le cuesta. Y es que, aunque no conseguimos encontrar los escondidos Baños de Venus, si que disfrutamos de unos paisajes estupendos, como se puede ver en las fotos, y de una mejor compañía. Como alguien dijo: este puede ser el comienzo de una gran amistad.

Pero no anticipemos acontecimientos y centrémonos en como discurrió el día, y la ruta. El camino comienza en los aparcamientos de Canto Cochino, primero por sendas y pistas bastante asequibles... pero pronto nos daríamos cuenta de lo que cunden dos tercios de ruta. Y es que nuestro guía Javi, al que mando un saludo y agradecimiento por su entrega y preparación, se empeñó en cambiar las reglas matemáticas de la división, consiguiendo que esta tuviese, por lo menos, diecisiete tercios. Quince las veces que le preguntamos cuanto habíamos recorrido. Su respuesta siempre era un tercio de la ruta, O dos para terminarla. Los otros dos tercios los tomamos al final, pero de cerveza (algo más algunos.. y no digo que fuera yo... que si), justo antes de una lluvia torrencial que llegó en el momento justo para no calarnos.

Como iba diciendo, el comienzo fue fácil y agradable. La cota inicial era de 1054 metros y la subida, bastante leve, sirvió para calentar. Unos paisajes hermosos nos acompañaron, siempre con el agua a nuestro lado, mientras nos cruzábamos con algunos excursionistas y muchos ciclistas. Pronto encontramos una poza que, erroneamente, etiquetamos como los Baños de Venus. Demasiado fácil de encontrar, pero no fue hasta el regreso que nos percatamos de nuestro error.

Después de las fotos de rigor, y debido a que aun era temprano, decidimos continuar y prescindir del ansiado baño. Continuamos el ascenso y pronto nos encontramos otra de las sorpresas del camino: una vaca que acababa de parir, se daba un festín con su placenta mientras su ternero descansaba tranquilo a su lado. Más fotos y continuamos el ascenso.


Cuando llevábamos un tercio de la ruta (ahora en serio), la cosa se empezó a complicar, llegando hasta los 1100 metros de desnivel acumulado. Durante casi todo el recorrido, pese a la pronunciada pendiente en algunos puntos, el camino es fácil de seguir. Sin embargo, en la parte más cercana a la cima la cosa aumenta en dificultad un poco, también debido a que decidimos atajar en algunos puntos en vez de seguir la pista. El camino lo fuimos alternando con distintas paradas, adaptando la dureza de algunas partes de la ruta a las capacidades de cada uno. Esto hizo que todos pudiésemos disfrutar hasta el final y que nadie se quedase descolgado. De nuevo, un 10 para el grupo.




Cerca de la cima encontramos otro arroyo, y debido a la altura confiamos lo suficiente como para rellenar algunas botellas vacías. Y no nos arrepentimos ya que, además de ser un agua deliciosa, no ha acarreado ninguna consecuencia estomacal. Pasamos también por un pluviómetro que, a posteriori, descubrimos que era una pista para encontrar los codiciados y escurridizos Baños. Para la próxima.


Ni el cansancio, ni el desánimo pudieron con nosotros y terminamos comiendo, tras gritar ¡Cima!, en el punto más alto de la ruta, el Collado del Miradero a 1876 m. de altitud. Entre rocas y fantásticas vistas encontramos sombra, ya que a esa hora apretaba el sol, y con el viento casi daba hasta frío. Una gozada.





Tras la comida, y más fotos, comenzamos el descenso. Esta parte del recorrido es la que nos pareció, levemente, más peligrosa. Había que pasar por algunas zonas con piedras algo resbaladizas, y por otras de tierra con raíces que se empeñaban en hacerle la zancadilla a algunos. Hubo algún aterrizaje forzoso pero nada grave, y salvo alguna uña del pie negra y algún susto más no hubo ninguna lesión que lamentar. No obstante, desde estas lineas recomiendo que en esta parte del recorrido, es decir, el comienzo del descenso, se tenga especial cuidado.


La última parte se hizo un poco larga, sobre todo porque íbamos con la idea de una ruta más corta. Larga, que no aburrida, ya que la divertida charla y las risas amenizaron el camino. Sobre todo ciertas risas contagiosas que rápidamente fluían por el resto del grupo. Además, nuestro guía se esforzaba en contarnos cosas curiosas y en inventarse otras, que tampoco esta mal.

Y al final hubo baño. No en la poza buscada, pero si en un remanso de uno de los arroyos que bañan la zona, a escasa distancia de nuestro punto de origen. Como última sorpresa dos amigables burros posaron junto a nosotros. Al final nos esperaban las cervezas y las patatas fritas, y más charla agradable, donde confirmamos la suerte que tuvimos al encontrarnos ese día. Y para terminar: chaparrón. Parecía que habían abierto los grifos ahí arriba, y comenzó un éxodo de domingueros que, por fortuna, no se convirtió en atasco, salvo a la salida de la Pedriza. Pero poca cosa. Y en un rato llegamos a casa, cansados pero satisfechos, ya que aunque no encontramos la poza si hubo baño y, sobre todo, muy buen ambiente.



En conclusión: una ruta larga y dura, pero asequible si se hace con calma y en buena compañía. Para repetir e intentar encontrar, esta vez, los Baños de Venus. Pero esta vez sabiendo a lo que vamos, es decir, a divertirnos y a disfrutar (eso ya se da por hecho), pero durante 17 tercios, en vez de los tres de cualquier ruta convencional. Perdón... con tanto tercio me he liado: 17 kilometros.

Una vez más gracias a Arantxa, Cris, Maribel, Stefany, Alla, Brian,, Dani, Fran y por supuesto a nuestro guía Javi por su fantástica compañía y, en general a Send@migos por su fabulosa acogida. Hasta la próxima.

lunes, 17 de marzo de 2014

Primavera anticipada en las Hoces del Duratón. Y por supuesto, corderito en un figón

El Parque Natural de las Hoces del Río Duratón es un paraje protegido que comprende el entorno de las hoces que este río tiene en su tramo medio. Estas son el cañón que el Duratón, afluente del río Duero, ha excavado en una zona de roca caliza entre las localidades de Sepúlveda y Burgomillodo (anejo de Carrascal del Río), al noreste de la provincia de Segovia (Castilla y León, España). (fuente: Wikipedia)





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La mañana del 15 de Marzo de 2014 invitaba a hacer una escapada. En estos últimos días del invierno no deja de ser algo arriesgado planear con cierta anticipación actividades al aire libre, ya que es fácil que sorprenda un día frío o, lo que es peor, lluvioso. Sin embargo este día tuvimos muchísima suerte, gracias a un sol que calentaba lo suficiente como para estrenar la primera manga corta de 2014. En esta ocasión fuimos doce los aventureros, incluyendo nuevas incorporaciones que esperamos que repitan. Y esto, en parte, se lo tendremos que agradecer al tiempo, que convirtió una escapada prometedora, en una jornada muy agradable. De las que dejan con ganas de más.

Puente de Talcano

Llegamos a Sepúlveda sobre las 11 de la mañana. Tras reagruparnos y hacer un simulacro de desayuno en un bar que es mejor no mencionar, nos dirigimos hacia el punto de salida que está a un kilómetro escaso de este bonito y pintoresco pueblo. Después de dejar los coches en el parking habilitado a tal efecto, al lado de una rotonda a la salida de Sepúlveda, comenzamos la marcha y la primera sorpresa que nos encontramos es el Puente de Talcano, como prueba de la ocupación romana. Tras dedicarle unos minutos y algunas fotos continuamos por la margen derecha del Río Duratón.


Primeros pasos por el cañón



En este primer tramo el camino es muy fácil de seguir, y el buen tiempo invita a la charla agradable, mientras descubrimos el fantástico paisaje que nos rodea. Exuberante vegetación flanquea el río, abundante en su cauce, que a su vez es arropado por las hoces que dan el nombre a este singular paraje. Un fantástico cañón, gobernado por buitres leonados, que majestuosos sobrevuelan el lugar. Tras algo más de seis kilómetros, casi la mitad de la ruta, llegamos al puente del Villar que cruza el río. A pesar de que la ruta se puede prolongar hasta el puente de Villaseca, para no alargar demasiado el camino (y llegar a comer a Sepúlveda, claro está), decidimos cruzar este primer puente y aventurarnos al otro lado del río. Impresiona la entrada al cañón que se abre ante nosotros, en cuanto nos empezamos a alejar del río y comenzamos una ligera subida.

Poco a poco el paisaje se va volviendo más monótono, con la salvedad de las vistas a unas cumbres aún nevadas y por un momento nos planteamos que habría sido mejor volver por el mismo camino, ya que el paisaje anejo al río nos había encantado. Sin embargo decidimos continuar, y finalmente recibimos nuestra recompensa: unas fabulosas vistas de las hoces, en el punto más alto de la ruta (1144 metros). En este segundo tramo se incrementa ligeramente la dificultad y en ocasiones se llega a perder el sendero. Sin embargo el terreno es bastante cómodo de transitar y no entraña prácticamente ningún riesgo para el paseante.

Impresionantes vistas de las hoces




















El último tramo se trata de la bajada de vuelta a Sepúlveda, algo más pronunciada que la subida. Pronto se vislumbra en la lejanía nuestro destino final, y empezamos a oler el cordero, ya que a las tres de la tarde, después de 13 kms andando, empieza a apretar el hambre. Llegamos al parking sin problemas, a la hora planeada, y nos desplazamos de nuevo hasta el centro de Sepúlveda para homenajearnos como es debido.

El sitio elegido para recuperar fuerzas, propuesto por nuestro siempre acertado guía Fran, es el Figón Zute el Menor. A unos pocos metros de la Plaza de España, donde se ubican los restaurantes y figones más turísticos, nos encontramos con este fantástico comedor que compensa su escasa variedad con extraordinaria calidad. Para que nos vamos a engañar: si vamos a Sepúlveda es a comer cordero. Así que ¿qué más nos da la carta? Y cuando haces algo decenas de veces al día durante muchos años, al final consigues un resultado sobresaliente. Ese es el caso de este figón: cordero y ensalada acompañados de vino con gaseosa; postres caseros y unos licores cortesía de la casa. Todo ello aderezado por un excelente trato y la amabilidad característica de este tipo de sitios. Para volver. Y pronto.

Una de las tres fuentes de cordero que compartimos
Terminamos el día haciendo una breve visita al pueblo de Sepúlveda, que incluye un café en una agradable y soleada terracita con vistas a las montañas. En definitiva: un día para recordar y que espero que se repita en breve.

El grupo en el puente del Villar

lunes, 3 de febrero de 2014

Excursión y chuletón. Pasando el día por el Alberche

Inauguramos este nuevo blog con nuestra última escapada a la Sierra Oeste de Madrid: la via verde que une la Presa de Picadas y Pelayos de la Presa.

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 Llegamos a la Presa de Picadas donde comenzamos por la vía verde que parte de la misma presa dejando al lado izquierdo el río Alberche.




En nuestro camino nos encontramos con un tunel sin terminar que suponemos que debía ser para el tren que pasaba por allí. 
Nos cruzamos por el camino con varios ciclistas y pocos excursionistas, mientras por el rio vemos a unos cuantos piragüistas. Cruzamos varios puentes hasta que finamente dejamos el rio a la derecha. Poco después llegamos a una zona de descanso donde paramos a tomar un refrigerio antes de continuar nuestro camino. El paraje es muy agradable y, como a lo largo del camino, el agua es la protagonista. Continuamos camino Pelayos de la Presa. En este ultimo tramo abandonamos la vía verde y cogemos un camino bastante cómodo. Al final de este camino nos encontramos con la carretera, y con una valla que se puede salvar por una gatera o retrocediendo unos cuantos metros a la derecha. Es recomendable tener cuidado al cruzar la carretera. Ya en Pelayos de la Presa nos acercamos a ver Santa Maria la Real pero nos tenemos que conformar con hacerlo desde fuera del recinto (se ve bien) porque está cerrado. De hecho no sabemos si se podrá acceder. Tras esto nos adentramos en Pelayos donde disfrutamos de un delicioso Chuletón de Ávila y del estupendo trato de la gente del Meson El Huerto.



Para la vuelta vamos hasta la antigua estación de Pelayos y tratamos de seguir la Vía Verde, pero nuevamente la encontramos interrumpida. Tratamos de pasar por detras de unas torres de alta tensión para cruzar la carretera por otro punto, pero al final tenemos que aventurarnos a cruzar un pequeño arroyo sobre un tronco y nos tenemos que pelear con otra valla. Es recomendable realizar la vuelta por el mismo camino de la ida (es decir, por la carretera de acceso a Pelayos) para evitar complicaciones. El resto del camino de vuelta al coche transcurre sin dificultad.