lunes, 17 de marzo de 2014

Primavera anticipada en las Hoces del Duratón. Y por supuesto, corderito en un figón

El Parque Natural de las Hoces del Río Duratón es un paraje protegido que comprende el entorno de las hoces que este río tiene en su tramo medio. Estas son el cañón que el Duratón, afluente del río Duero, ha excavado en una zona de roca caliza entre las localidades de Sepúlveda y Burgomillodo (anejo de Carrascal del Río), al noreste de la provincia de Segovia (Castilla y León, España). (fuente: Wikipedia)





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La mañana del 15 de Marzo de 2014 invitaba a hacer una escapada. En estos últimos días del invierno no deja de ser algo arriesgado planear con cierta anticipación actividades al aire libre, ya que es fácil que sorprenda un día frío o, lo que es peor, lluvioso. Sin embargo este día tuvimos muchísima suerte, gracias a un sol que calentaba lo suficiente como para estrenar la primera manga corta de 2014. En esta ocasión fuimos doce los aventureros, incluyendo nuevas incorporaciones que esperamos que repitan. Y esto, en parte, se lo tendremos que agradecer al tiempo, que convirtió una escapada prometedora, en una jornada muy agradable. De las que dejan con ganas de más.

Puente de Talcano

Llegamos a Sepúlveda sobre las 11 de la mañana. Tras reagruparnos y hacer un simulacro de desayuno en un bar que es mejor no mencionar, nos dirigimos hacia el punto de salida que está a un kilómetro escaso de este bonito y pintoresco pueblo. Después de dejar los coches en el parking habilitado a tal efecto, al lado de una rotonda a la salida de Sepúlveda, comenzamos la marcha y la primera sorpresa que nos encontramos es el Puente de Talcano, como prueba de la ocupación romana. Tras dedicarle unos minutos y algunas fotos continuamos por la margen derecha del Río Duratón.


Primeros pasos por el cañón



En este primer tramo el camino es muy fácil de seguir, y el buen tiempo invita a la charla agradable, mientras descubrimos el fantástico paisaje que nos rodea. Exuberante vegetación flanquea el río, abundante en su cauce, que a su vez es arropado por las hoces que dan el nombre a este singular paraje. Un fantástico cañón, gobernado por buitres leonados, que majestuosos sobrevuelan el lugar. Tras algo más de seis kilómetros, casi la mitad de la ruta, llegamos al puente del Villar que cruza el río. A pesar de que la ruta se puede prolongar hasta el puente de Villaseca, para no alargar demasiado el camino (y llegar a comer a Sepúlveda, claro está), decidimos cruzar este primer puente y aventurarnos al otro lado del río. Impresiona la entrada al cañón que se abre ante nosotros, en cuanto nos empezamos a alejar del río y comenzamos una ligera subida.

Poco a poco el paisaje se va volviendo más monótono, con la salvedad de las vistas a unas cumbres aún nevadas y por un momento nos planteamos que habría sido mejor volver por el mismo camino, ya que el paisaje anejo al río nos había encantado. Sin embargo decidimos continuar, y finalmente recibimos nuestra recompensa: unas fabulosas vistas de las hoces, en el punto más alto de la ruta (1144 metros). En este segundo tramo se incrementa ligeramente la dificultad y en ocasiones se llega a perder el sendero. Sin embargo el terreno es bastante cómodo de transitar y no entraña prácticamente ningún riesgo para el paseante.

Impresionantes vistas de las hoces




















El último tramo se trata de la bajada de vuelta a Sepúlveda, algo más pronunciada que la subida. Pronto se vislumbra en la lejanía nuestro destino final, y empezamos a oler el cordero, ya que a las tres de la tarde, después de 13 kms andando, empieza a apretar el hambre. Llegamos al parking sin problemas, a la hora planeada, y nos desplazamos de nuevo hasta el centro de Sepúlveda para homenajearnos como es debido.

El sitio elegido para recuperar fuerzas, propuesto por nuestro siempre acertado guía Fran, es el Figón Zute el Menor. A unos pocos metros de la Plaza de España, donde se ubican los restaurantes y figones más turísticos, nos encontramos con este fantástico comedor que compensa su escasa variedad con extraordinaria calidad. Para que nos vamos a engañar: si vamos a Sepúlveda es a comer cordero. Así que ¿qué más nos da la carta? Y cuando haces algo decenas de veces al día durante muchos años, al final consigues un resultado sobresaliente. Ese es el caso de este figón: cordero y ensalada acompañados de vino con gaseosa; postres caseros y unos licores cortesía de la casa. Todo ello aderezado por un excelente trato y la amabilidad característica de este tipo de sitios. Para volver. Y pronto.

Una de las tres fuentes de cordero que compartimos
Terminamos el día haciendo una breve visita al pueblo de Sepúlveda, que incluye un café en una agradable y soleada terracita con vistas a las montañas. En definitiva: un día para recordar y que espero que se repita en breve.

El grupo en el puente del Villar

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